Rol de las Mujeres en la Diplomacia
Discurso de la Embajadora de Australia, Patricia Holmes
Foro de Mujeres Empresarias de la Cámara de Comercio Asia Pacífico
Buenos Aires, 11 de junio de 2014
Muchas gracias, y buenos días a todos.
En septiembre se produjo la elección de un nuevo Gobierno en Australia, y la designación de la primera mujer Canciller de Australia, Julie Bishop. Esta designación marcó un hito importante para el rol de las mujeres en la diplomacia en Australia. Pero si bien las mujeres están asumiendo cada vez más cargos importantes en la diplomacia, seguimos siendo –al igual que en la política y en los altos niveles empresariales– muchas menos de las que deberíamos ser.
En el Servicio Exterior, el rol cumplido por la mujer era tradicionalmente el de esposa: como anfitriona, no como funcionario, y desde ya que no como embajador. Hasta 1972, el Departamento de Estado de los Estados Unidos evaluaba a las esposas de los funcionarios hombres ¡como parte del procedimiento para los ascensos! Y en Australia la situación no era muy distinta.
La primera mujer jefa de misión de Australia fue Dame Annabelle Rankin: su designación fue política, ella no era diplomática de carrera. Dame Annabelle, ex integrante del Gabinete de Ministros, fue nombrada en 1971 como Embajadora de Australia en Nueva Zelandia. La primera jefa de misión de carrera, Ruth Dobson, fue designada en 1987 como Embajadora en Dinamarca. Sin embargo, ninguna de estas designaciones representó un cambio significativo en el enfoque general respecto del nombramiento de mujeres para encabezar embajadas. En todo el período entre 1974 y fin de 1992, sólo 13 funcionarias mujeres fueron designadas para conducir misiones de Australia en el exterior.
Yo comencé en mi trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores en ese año, 1992, directamente después de la Universidad. No había ningún tipo de discriminación oficial, pero sí ‘cultural’, obviamente. En esa época todos los jefes eran hombres, y casi todas las mujeres que ocupaban cargos como funcionarias de nivel medio no tenían esposo ni hijos.
En los últimos 20 años esta situación ha cambiado mucho. Hoy en día alrededor del 25% de los embajadores de Australia son mujeres, incluyendo a nuestra Embajadora en China. También hemos tenido embajadoras mujeres en lugares como Amman, Bagdad y Pretoria. Tenemos además, desde 2011, una Embajadora especial para las Mujeres y las Niñas; quien, al igual que nuestra Embajadora en China, tiene hijos.
Aquí en Argentina, hay más o menos 15 embajadoras extranjeras, incluyendo de países como Canadá, Indonesia, Israel, Austria, y anteriormente de Pakistán, Estados Unidos, Reino Unido y Egipto. Pero yo soy la única con hijos menores de edad.
A través de la historia, las características asociadas con la “masculinidad” han sido valoradas en los asuntos de política internacional, y los cargos correspondientes sólo han sido ocupados por hombres. Maquiavelo, uno de los pioneros de la diplomacia, enfatizó mucho la importancia de los rasgos masculinos en la conducción de las relaciones entre estados.
En 1963, un funcionario australiano de comercio llamado Taysom, que se oponía a la contratación de mujeres como agregados comerciales, argumentó que “las mujeres de ningún modo pueden socializar tan libremente con los empresarios como los hombres; no pueden soportar las severas presiones y tensiones mentales y físicas de la vida del agregado comercial”, y además observó que “con el paso de los años la mujer solterona puede convertirse, y a menudo de hecho se convierte, en una sargenta, mientras que los hombres habitualmente se suavizan”. Revelaba mucho acerca de Taysom que su mayor inquietud era que las mujeres contratadas “ocuparían el lugar de un hombre, privándonos de la posibilidad de brindar experiencia a un funcionario varón”.
Se suele argumentar que muchas de las mujeres que estuvieron entre las primeras en asumir cargos diplomáticos o políticos se comportaban como hombres. Margaret Thatcher, la “Dama de Hierro”, es tal vez el ejemplo más obvio en los tiempos recientes. Pero si pensamos en otras mujeres de mayor actualidad, como Angela Merkel o Hillary Clinton, quizás podríamos plantear que esto está cambiando. Estas mujeres son duras, pero claramente son como son: no tratan de ser una versión masculina de sí mismas.
Un argumento en contra de otorgar altos cargos diplomáticos a mujeres era que tendrían un acceso restringido a las figuras de más poder, quienes casi siempre eran hombres. No tenían acceso al tradicional “club de caballeros”. Por supuesto, a medida que cada vez más mujeres llegan a posiciones de poder esto, inevitablemente, va a cambiar. Pero además este argumento pasaba por alto el hecho de que las mujeres teníamos un acceso a otras mujeres, y también a los niños, que jamás tuvieron los diplomáticos hombres. Además, las mujeres atraen un poco más de atención por ser diferentes.
Por otra parte, un estudio de la cancillería Australiana en 1996 resumió las ventajas que las mujeres embajadoras australianas creían aportar a sus cargos. Siendo mujeres, eran vistas como más éticas y, por su mayor tendencia consultiva, mejores administradoras de personal. Tenían acceso a una mayor variedad de contactos por su mayor facilidad para hablar con otras mujeres, las cuales en muchas sociedades podían no tener visibilidad política o económica, pero eran sin embargo influyentes. En los países en desarrollo, su acceso a otras mujeres les daba una ventaja en el manejo de proyectos para mujeres, los que a menudo ocupaban un lugar destacado en los programas australianos de ayuda al desarrollo. En los países en los que eran la única mujer embajadora, o una de pocas, se convertían en modelos de conducta, levantando el perfil de Australia en esa comunidad.
Yo creo que en mi experiencia he tenido dos desafíos que superar: la tendencia de las mujeres de no promocionarse a sí mismas; y cómo manejar una familia y un trabajo al mismo tiempo. Lo primero obviamente no afecta a todas las mujeres, y también hay hombres sin capacidad de autopromoción. Pero es algo que me parece que existe, y es importante que las mujeres jóvenes entiendan esta tendencia y no devalúen su capacidad, particularmente ante sus colegas varones: en la escuela, en la universidad y en el trabajo.
El segundo punto es para mí la clave para entender la diferencia entre hombres y mujeres hoy en día en Argentina y en Australia. Yo tengo tres hijos: un varón de 15 años y dos hijas de 13 y 8. Mi esposo, que en Australia trabaja como economista, aquí cuida a los niños. Esto me permite trabajar a mí. Si yo no tuviera un esposo que me ayuda tanto, yo no podría trabajar como embajadora. ¡O no podría haber tenido hijos! Y eso todavía no es común.
En mi trabajo en Australia, he tenido la posibilidad de trabajar media jornada, tres días por semana. Pero la realidad para muchas mujeres en Australia todavía plantea una elección entre su trabajo y su familia. La mayoría de los que esperan a sus hijos afuera de la escuela siguen siendo las madres. La mayoría de los que cuidan a los niños pequeños son mujeres. Y las mujeres que tienen trabajo e hijos, a menudo tienen empleos de menor calidad.
Las mujeres ocupan solamente 10% de los altos cargos en las 200 mayores empresas de Australia.
Para cambiar esto, necesitamos un cambio en la cultura del trabajo: que las mujeres y los hombres puedan compartir y equilibrar las responsabilidades del trabajo y de la vida. El modelo de empleado ideal dedicado sólo al trabajo debe cambiar, para reflejar la realidad de la familia y la sociedad. El ascenso en las filas de ejecutivos a menudo requiere tiempo y disponibilidad que entran en conflicto con otros compromisos. Mientras que las mujeres tratan de equilibrar estos compromisos, muchas veces los ejecutivos varones se sienten libres para concentrarse en sus carreras. Aún queda mucho por hacer para apoyar a las mujeres y para lograr un mayor equilibrio entre trabajo y vida, para mujeres y hombres en cargos ejecutivos exigentes.
Es importante también que las mujeres aceptemos a los hombres que se quedan en casa para cuidar a sus hijos. Que la sociedad en general respete esta tarea. Y de esa manera, mujeres y hombres podrán tener una vida más equilibrada. También, tenemos que respetar a las mujeres que trabajan y no ocupan el rol tradicional, y estas mujeres no deben sentirse culpables.
No hay duda de que a partir de mediados de la década del 90 las mujeres adquirieron un perfil más alto en la Cancillería australiana. Dieron ejemplos notorios las actividades anuales patrocinadas por el Ministerio en Australia y en el exterior para celebrar el Día Internacional de la Mujer, en las que se destacaba una lista creciente de logros de mujeres en el servicio exterior australiano, incluyendo tareas en contextos de riesgo. Los eventos para celebrar el Día Internacional de la Mujer se mantienen, y aquí hemos organizado uno todos los años desde mi llegada, en colaboración con ONU Mujeres y la Defensoría del Pueblo de Buenos Aires y, este año, un evento sobre salud mental femenina. También he participado en los recorridos de mentoría de “Voces Vitales” aquí en Buenos Aires: son una gran iniciativa, en la que mujeres con experiencia caminan y conversan con jóvenes mujeres profesionales y les brindan un asesoramiento informal.
El rol de las mujeres como embajadoras de Australia está asegurado. Las mujeres jóvenes que hoy ingresan al servicio exterior australiano como practicantes lo hacen con toda la expectativa de que muy posiblemente lleguen a representar a su país al más alto nivel de la diplomacia internacional.
Para mí, el rol de las mujeres –como también el de los hombres– es muy importante en la diplomacia, así como en el sector empresarial y en la vida misma.
Muchas gracias.